martes, 1 de noviembre de 2011

UN EXTRAÑO EN MI ALCOBA

               

Esta historia es un tanto incomoda relatarla para mí,  solo la relato con el propósito de satisfacer la demanda de motivos de hilaridad de Yaqui a quien de hecho aprecio y estimo sin medida.
                Desde que tengo memoria mi padre, heredero de la casa de don Pushpi (mi abuelo)  tiene  la bendita manía de prestar  la casa con el beneplácito de mi  madre,  a veces por devoción a la Virgen, otras por amistad o por cualquier cosa. Así que los eventos que se han sucedido en el patio de don Pushpi son innumerables, algunas innombrables y tienen la complicidad implícita de mi padre. No sería raro entonces, que esta noche del “Tatzicuy”,  las almas  vuelvan  a recoger sus huellas y pasen  nuevamente por el patio de tantas historias.
                Un tal Nica, negociante de plásticos y trastos,  sin conocimiento mío convenció a mi padre para que le alquilara el patio, que ha hecho durante mucho tiempo de auditorio de Chacas, para ofrecer a la gente falto de espectáculo un concierto de la Chinita Cordillerana. Así que cuando me enteré ya era tarde, pues las arpas, violines, parlantes y cantantes ya desfilaban por el patio. Se acomodaron en una pieza del piso alto y a las siete de la noche ya estaba listo el “auditorio” esperando a los ansiosos admiradores de la Chinita Cordillerana.
                El temeroso y devoto público  iba ingresando como escondiéndose de un censor de su conciencia que estaba oculto en la penumbra de la noche; pagaba  el ticket y ya estaba en el patio esperando el concierto en “do menor”. Nica, como pinche de cocina, andaba atosigado de labor llevando la cerveza, controlando al boletero, haciendo de buen anfitrión con la gente conocida. Ese Nica que un día mientras me ofrecía un vaso de cerveza desencajaba sus novísimos postizos (de dientes) para mostrármelos con orgullo  esa hilera de incisivos, premolares y molares mientras yo haciendo remilgos me sorbía ese trago amargo frente a la dentadura fuera de su maxilar mientras él se ufanaba del poder del dinero; ahora hacia de promotor de otros espectáculos.
                Y  bueno, empezó el concierto con una tira de cantantes de menor rango mientras el oficiante del espectáculo anunciaba: “Y en breeeves momentos la Chiiinita Cooordilleranaaa” y la gente dale con mayor euforia a la botella. En ese plan los mantuvo  en vilo hasta muy pasada la media noche, hasta que algún inspirado llegó a la conclusión que tanta dilación solo hacía sospechar que la tal Chinita Cordillerana era una estafa  en ese concierto. Y como siempre Delmar uno de los más entusiastas admiradores de la artista, para salvar del embrollo al promotor de artistas, Nica, sugirió suplantar a la Chinita Cordillerana con mi hermana que es medio chinita. Pero los ánimos estaban ya caldeados así que el concierto se convirtió en trifulca y el culto público chacasino en turba. Un arpista que escapaba por las escaleras  con su arpa a cuestas fue arrastrado a pagar sus culpas de un solo tirón y su arpa con la estrepitosa caída se hizo añicos. Por los aires volaban micrófonos, arcos de violín y las cantantes resultaron toqueteadas indebidamente. Mientras el responsable de tanto bochinche se había esfumado sin dejar pistas. La gente poco a poco fue calmándose, retirándose y dejando en paz el amplio patio de don Pushpi. Mientras mi padre que aún no tomaba conciencia de los destrozos en la casa, a quien siempre que se embriaga se la da de orador, seguía con un discurso barroco y enrevesado desde el balcón  norte.
                Yo, que para no soportar el infortunio de no poder dormir tuve que plegarme a la juerga, medio empipado aseguré las puertas con los antiguos cerrojos temiendo que algún bochinchero volviera buscando camorra, abrí la puerta y me di con el disgusto de encontrar un cuerpo extraño en mi cama. El despistado beodo había acomodado su rendido medio cuerpo en mi cama y el otro medio cuerpo sesgado entre piso y la cama. Cuando exigí explicaciones al sujeto, que yacía de cúbito ventral, por la transgresión a mi privacidad y último reducto de mi  tranquilidad, el cuerpo seguía inerme. Así que tuve que desalojarlo y trasladar ese despojo del festejo los treinta metros que distan de mi cuarto a la calle, de quien no era sino aquel a quien la imaginación popular ha bautizado como “Wiscu Pablo”.


5 comentarios:

  1. Excelente el relato. Faltó narrar cómo quedó al final el famoso empresario de espectaculos "Nica".

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  2. Gracias amigos, el destino de Nica sera tal vez motivo de otra nota.

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  3. LINDA HISTORIA, OJALA SIEMPRE ESCRIBAS
    Y ALGO MUY IMPORTANTE, TE SUGIERO QUE SIEMPRE CONSERVEN LA CASA DE TU ABUELO, POR MAS QUE LA MODERNIDAD Y LAS NOVELERIAS DE LA GENTE QUIERAN CAMBIAR LAS CONSTRUCCIONES DE LAS CASAS ANTIGUAS, CUIDA TU CASA, REFACCIONENLA SI ES NECESARIO PERO NUNCA CAMBIEN SU ASPECTO NI SE DESAGAN DE ELLA. ES MUY BONITA.

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  4. A proposito de los borrachitos de nuestra tierra si lo vemos de un punto de vista es pintoresco y a veces gracioso, pero tambièn hay que resaltar que siendo esto un vicio y ya casi una costumbre y en aumento en nuestro pueblo debe ser una gran preocupaciòn para nuestras autoridades y profesores porque andando por las calles son un pèsimo ejemplo para la sociedad, puesto que no solo se denigran a si mismo sino tambièn a su familia debido a que la mayorìa de ellos con el alcohol encima maltratan a su familia y los arrastran con ellos al abismo de la indiferencia y olvido de la sociedada, y porque no decirlo algunos son autoridades o educadores, ¿que paupèrrimo ejemplo verdad?,¿ con que cara estos señores se sentaran en la mesa con sus hijos?;¿ de que valores le hablaran?.....

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