domingo, 22 de abril de 2018

¿NO QUEREMOS LA CAÑONERA DE LA COVADONGA EN LA PLAZA DE CHACAS?.



"El paisaje es un presente del pasado”. - Joaquín Araújo.

La tarde del 13 de septiembre de 1880 la goleta chilena la Virgen de Covadonga permanecía a 500 metros de la playa de Chancay disparando a mansalva sobre un puente ferroviario en su intento de destruirlo; pero, al no confirmar su avistamiento sus tripulantes optaron por disparar a un yate y a un elegante bote de recreo que navegaban a 300 metros. Una de ellas era un cebo que habían preparado los valientes chancayanos al mando del teniente Decio Oyague Neyra. Después de una lluvia de disparos aún seguía a flote el elegante bote; frente a ese hecho el capitán chileno, comandante de la Covadonga, decidió remolcarlo hasta la popa de la goleta. Pero, mientras se izaba la ligera embarcación esta explosionó a estribor provocando el hundimiento de la Covadonga. Luego, pasados los años los restos de la cañonera de la Covadonga hundida, fueron trasladados y ubicados en la plaza de Chancay para conmemorar la valentía y la astucia de los peruanos que hundieron el barco chileno.
Las plazas mayores o plazas de armas, como concepto urbanístico, fueron introducidas en el Perú por los españoles; estas eran espacios abiertos que permitían el contacto y la comunicación de sus ciudadanos; y cumplían una gran cantidad de otras funciones urbanas. Alrededor de ella estaban ubicadas las edificaciones públicas más importantes; y eventualmente mientras se construía el coso también cumplía la función de plaza de toros.
Chacas, que fue fundada como ciudad “occidental”, según diversas fuentes históricas a inicios de la colonia sobre, probablemente, un asentamiento indígena; tiene una plaza con las características de ese concepto urbanístico español llamado Plaza Mayor, término que es usado presuntuosamente por algunos acá y en todo el Perú de manera indiscriminada.  En todo caso para llamarla así tendrían que haber otras plazas dentro de la ciudad, y que esta esté en el centro de la ciudad y sea la más importante.
He hecho estas dos atingencias para denotar que las plazas cumplen la función básicamente conmemorativa y de conexión entre la gente; de manera horizontal y vertical en el tiempo. Siendo este entonces una  "obligada referencia de identidad" debe nutrirse de elementos concretos con nuestros referentes histórico culturales.   En la plaza de Chacas como en otras plazas hemos podido ver, sobre la base de un concepto hispano elementos del pasado andino o colonial. Por ejemplo, en las paredes del malecón antiguo se podía ver petroglifos representando a las serpientes, elementos religiosos - ornamentales, que alguna vez fueron parte de una edificación andina destruida por algún extirpador de idolatrías, talvez Santo Toribio de Mogrovejo. Incluso actualmente en las paredes del mismo malecón se observan piedras rectangulares que fueron parte de alguna tumba andina saqueada por huaqueadores y que han sido recuperadas para decorar esa construcción. Incluso algún tiempo hubo dos petroglifos antropomorficos en la entrada de lo que fue la Escuela Primaria y posteriormente fueron reubicadas en las paredes interiores de la Parroquia de Chacas. Como vemos las plazas van cambiando y variando en el tiempo en tanto producto de la cosmovisión de los hombres. Me cuenta mi padre que en los años 30 o 40 existía en el medio de la plaza una glorieta que los pobladores llamaban “El Quiosco”, una construcción de madera y techado con calaminas. Esas calaminas sibilinamente llegaron a parar en el techo de la casa del señor Orlando Caamaño hasta hace muy poco.
Por alguna razón, esa glorieta desapareció y en su lugar el alcalde, señor Cornelio Aguirre, mandó construir una pileta de concreto que después fue dinamitada por alguien, hecho por el cual fueron acusados injustamente mi padre y algún otro vecino del quien no digo su nombre para no inoportunarlo. Esa pileta dinamitada estuvo por varios años abandonada, sin agua y sin repararla; hasta que por los años setenta los miembros de la Federación Luterana, quienes donaron al pueblo de Chacas una hidroeléctrica, la reconstruyeron y dejaron como recuerdo una placa en mármol que aún la recuerdo colocada en la pileta. Esa pileta luego fue retirada en la década de los ochenta quedando, la plaza, sin ningún elemento ornamental o conmemorativo en su interior hasta la fecha.
Exactamente no recuerdo en que año finalmente se retiró esa pileta y mucho menos de las razones de esa decisión. Por esos mismos años se talaron los cuatro cipreses, que llamábamos equivocadamente pinos, con el argumento de ampliar las calles. Luego se mejoraron las cuatro calles, se construyeron las calzadas alrededor de la plaza y las esquinas con motivos tradicionales.
La Plaza de Chacas en el imaginario popular ha creado una serie de mitos muchos de los cuales son absolutamente insólitos.
Por ejemplo, se escucha decir que en la plaza de Chacas existe como cultivo natural el ichu, incluso hay una canción que se titula “Chacas plaza ichu ichu”, cuando no hay ningún vestigio de la presencia de esa planta natural. El kikuyo, hierba forrajera africana, que fue introducido en el Perú entre los años 1900 y 1920; dada su agresividad fue rápidamente reemplazando los pastos naturales de la sierra peruana y también llegó a la plaza de Chacas. Hasta que fue también debilitada su presencia por otra hierba importada, el trébol.
Se escucha también decir que la plaza de Chacas se construyó sobre lo que fue una laguna. Ahora que están haciendo las excavaciones en los trabajos de recuperación, se puede observar que no hay ningún rastro de sedimentos lo que sería por lo menos un indicio de las características que muestran las bases de las lagunas secas.
Que la plaza de Chacas siempre fue así y que por lo tanto no hay que tocar su sacrosanta configuración; cuando ha habido durante el tiempo gran cantidad de intervenciones y cambios.
Sin embargo, creo que es positiva la idea consensuada de mantener los rasgos esenciales; como el de mantener una superficie verde que permita mantener usos y costumbres ancestrales y coloniales, porque queramos o no esta plaza es castiza e indígena, tiene de india y de mandinga, y ahí está el kikuyo que es africano y tiene de mandinga.
Finalmente; invocar razones de inmarcesibilidad de un espacio que más bien debe ser vivo y activo, que ponga en valor aquello que tiene el riesgo de perderse en el tiempo y la memoria; para honrar el descuido y el abandono me parece torpe; si es que no esconde detrás mezquindades y temas personales, lo cual nos acercaría más a la miseria que a la razón.
Finalmente, y en conclusión veo, sobre la polémica surgida a partir de la idea de incorporar las piedras del molino de Mushojmarca dentro de los aspectos a considerar en la recuperación de la plaza de Chacas, y la posibilidad de instalar un museo de sitio en Mushojmarca para recuperar las piedras de molino de minerales que datan de 1700 puestas en tapete a partir de esta polémica; siendo ambas buenas ideas por lo menos esta última es inviable en términos presupuestales. Pues si la preocupación es cautelar estas piezas líticas del deterioro estarán mejor preservadas en la plaza de Chacas que en lugar donde ahora se encuentran abandonadas, además de poner de manifiesto de manera simbólica la importancia que tuvo Chacas para la minería desde los tiempos coloniales.

(Artículo cuya beligerancia ha sido morigerada por sugerencias y orientaciones de mi amigo Juan Gensollen Sorados, exeditor de la revista Aura de la UNMSM).