Raúl Melgarejo
Lima, Setiembre, 2014
A: Pedro
Rodríguez C.
Mi ex condiscípulo de la Escuela Fiscal “Puquio
Calle” un hombre cabal,
un hombre comprometido con las causas nobles del
pueblo.
NUESTROS
AMIGOS II
En
esta distancia que nos agobia, soportando el inapelable embate de los años y
sus duras implicancias, regresan tímidos a nuestra mente, borrosos recuerdos
que el tiempo había tratado quitarnos, recuerdos de la primera etapa de nuestra
infancia. En esos venturosos tiempos sin que nosotros lo sospecháramos la
muerte nos seguía a todas partes, pero
la sabiduría natural de Don Horacio y
después de Doña Ishiquita, en muchos casos nos libraban de sus asechanzas, ya
con emplastos, infusiones de hierbas curativas, etc. Pero en ciertos casos fue
tan cruel e implacable el mandato de la parca, que nuestro médico tradicional
no pudo rescatarlo de sus garras a su engreído César, quien raudo sucumbió a
las fiebres de la neumonía. Otro doloroso caso fue de Emerenciano, cuando “gala chaqui” corríamos tras una pelota
en la plaza; ante nuestro estupor comenzó a convulsionar regurgitando sangre
viva, de esta forma se fue el mejor futbolista de ·”tuncush” quien no pudo
cobrarle a la muerte. Saliendo de este farragoso tema, nuestra ansia es
entregarles recuerdos, que a continuación me permito narrarles.
ESCUELA FISCAL.-
El primer día de clases en nuestra Escuelita Fiscal de “Puquio Calle” llegamos
al destartalado recinto, luciendo nuestra dominguera vestimenta, con la nota
discordante de un “párvulo” que llegó enfundado en un impecable guardapolvo
blanco, que blanco de nuestras chanzas, de Godo, Wilbur, Vicente, Pedro, César,
Teodorico y el díscolo Justiniano entre otros. Acto seguido recibimos una
pizarrita personal con su respectivo aditamento para hacer los primeros trazos
de nuestro aprendizaje. En el segundo día de clases, la abusiva presencia de
“Wiscu” Jushti –con el
puño ya loqueado en labores agrícolas- sin móvil de por medio, nos hacía llegar
golpes en los intercostales que nos quitaban el resuello, este “bullying” hizo
nuestra resistencia de volver a clases, pero fue tan fuerte la contundencia de
un correazo de papá, que hizo amainar nuestra rebeldía.
EVANGELISTAS.-
El compadre Manuel Rincón, era un lugareño de mediana estatura, siempre
encasquetado en un sombrero de paño negro, tenía una acogedora casa en el
extramuro del pueblo, era una persona hospitalaria, siempre presto en salir en
ayuda del prójimo y como es de suponer era fiel devoto de nuestra “Mama Ashu”,
por tanto cercano colaborador del cura. Pero en una ocasión alborotó el sosiego
de la beatas, cuando este feligrés alojó en su casa a un grupo de evangelistas
y luego en el colmo de la desfachatez los presentó en el quiosco, para que
estos seguidores de Jehová, con sus cánticos y proclamas buscaran captar
adeptos a su fe, no se duda que este compadrito ganaba indulgencias por angas y
mangas.
EL CADETE.-
Como suele ocurrir en todo pueblo pequeño, nuestra vida giraba entrelazada con
la familia, paisanos y vecinos; en una ocasión el Pasaje Olaya se conmocionó
con el arribo de Diómedes –Cadete de la Benemérita Guardia Civil- de tal forma que
nuestro pasaje se atiborró de curiosos; Doña María y sus medio hermanos del
visitante, no se cansaban de celebrar este acontecimiento; por cierto, se
trataba de un joven bien plantado, que en su uniforme relucía su capa de paño color
azul en el anverso y rojo en el reverso. En Misa del domingo, todos los
feligreses fijaron sus miradas en este ilustre paisano –que pronto sería jefe
de los “Huairuros” -causando la
incomodidad del cura Rodríguez, quien remató su sermón tratando el tema de la
vanidad.
EL PRESTIDIGITADOR.-
No sabemos en qué momento y cómo llegó con los arrieros; el ventrílocuo y
prestidigitador Escalante, una persona de rasgos físicos poco comunes entre
nosotros; llegó acompañado de Charmot, para que quede claro, éste no era un ser
viviente, sino un muñeco cachetón, que nos hacía llegar la alegría con sus
hilarantes chascarros salpicados de chismes. Otro acápite merecen los números
de prestidigitación de Escalante, que con su consabido “Ajalay Majalay” hacía
aparecer y desaparecer objetos. Pero el tiempo siguió su curso, en cada viaje
la sonrosada tez de Charmot se fue desaliñando en cada viaje a nuestras alturas
andinas.
El
Prestidigitador y Ventrílocuo
Fuente: acuarela de Lorena Bonillo
…
llegó acompañado de “Charmot” que no era un ser viviente sino un muñeco
cachetón…
VICOSINOS.- En las vísperas de la fiesta grande de “Mama
Ashu” trasmontando las tortuosas cumbres del Portachuelo, aparecían los
vicosinos en nuestra plaza, cholas frescas y redondas “con sus polleras
soltando carcajadas de colores” y recios cholos de poncho listado, esos “urpos”
sin fondo de postín; eran los vicosinos que llegaban a rendirle pleitesía a
nuestra tierna patrona, llegaban con su “sargento” estrafalario danzante,
ataviado de una gastada levita negra tachonada de “oropeles” que danzaba
entonado con las notas de una flauta, flauta que al morir la segunda tarde
taurina, desmenuzaba desgarradoras notas de despedida, que ensombrecía el ánimo
de la gente y así se iban los vicosinos, ahítos de chicha y comilona anunciando
su retorno a nuestra “Marca Fiesta”; pero llegó el día que no regresaron más;
dicen que porque una misión de Antropólogos de la Universidad de Cornell de EE.
UU llegados a esa comunidad indígena, hizo que se corten esos lazos de amistad
que nos ligaban desde tiempos inmemoriales.
Llegada de los
Vicosinos
en
las Vísperas de “Mama Ashu”
Bueno,
como epílogo de estas narraciones, les decimos que muchos caminos llanos y
otros llenos de abrojos habíamos recorrido y en este andar hace algún tiempo,
recalábamos en Ancón para la festividad de “Mama Ashu”. Como algunas imágenes
dejan huella en uno, a pesar de los largos años transcurridos y usar gafas
oscuras para proteger su ojo malogrado, reconocimos a “Wiscu” Jushti y como una
forma de refrescar la memoria, le mencionamos de sus bravuconerías en la
Escuelita Fiscal y éste muy suelto de huesos –ante la estupefacción de los
presentes- nos lanzó la lapidaria sentencia: “Oye she, hoy también te puedo
sacar la chochoca”.
¡Pobre
paisano! para él el tiempo se había congelado, porque seguía siendo el mismo
camorrista de “Ranra calle”.