Tú no eres tus personajes pero tus personajes si son tú .- Raymond Carver.
Ríchar no me puedes hacer esto.
Pausa. Mira, ahorita me voy a tu trabajo
y me lo dices en mi cara. Pausa. ¿O sea, tú te acuestas conmigo luego me llamas
y así nomás me dices que terminamos? Pausa. Mira Ríchar yo no tengo mujeres
como tú, mis amigas lo saben. Pausa larga.
No, ahorita mismo voy a tu trabajo y tienes que decirme que terminamos,
me lo dices en mi cara. Pausa. ¿Tú sabes cómo me siento en este instante?
Pausa.
Susana intenta contener las lágrimas
sentada en el último asiento del bus que la traslada. Ahora ni ella sabe adónde
va. Es joven, ligeramente abultada de
carnes, envuelta en una chaqueta negra que disimula su incipiente robustez.
Tiene la mirada desubicada de quienes han perdido el sentido y la razón de
vivir. No entiende cómo un par de palabras pueden destruir una ilusión. Quiere
bajarse del bus, pero, luego cae en la cuenta que el curso de su historia no
cambiará por que se baje del bus. Mientras, una bebé a quien su madre intenta
calmarla llora en el asiento del lado. Entonces piensa que la vida es así;
todos tienen una razón para llorar, puede que la razón de la bebé sea más
esencial que la de ella.
Ese ambiente gris de la gran urbe
intensifica por momentos su pesadumbre, recuerda por instantes cada momento
feliz que ha vivido por capítulos discontinuos con Ríchar. Cada gesto de
ternura que le ha entregado, cada tarde robada a la vida para aislarse en ese
cuartucho de hotel donde han retozado con pasión; para luego bajar al mundo
real por esa estrecha escalera con la cabellera a medio secar que ondeaba ante
el ligero aire y que tanto le gustaba a Ríchar; hace que la tarde en ese viejo
bus sea más insoportable.
Mientras recuerda los pocos momentos
felices que ha tenido al lado de quien ahora no es sino una evocación de
frustración, el tráfico se detiene interminable y en la radio un sujeto cacarea
sobre el semidiós en que se ha
convertido el bendito Paolo Guerrero. Piensa, ¿tanto rollo sobre un tema cuando
uno está con un paso a la inmolación?. Hay un tipo en el asiento delantero que
le da la impresión que ha escuchado su
conversación con Ríchar y ahora sospecha que anda siguiendo sus pensamientos.
Tiene la tentación de reclamarle; pero, total que mierda.
Abre su teléfono, entra al Facebook.
Está harta de los laiks por cada estupidez que publica la gente, como si el
mundo fuera un nido de rosas perfumadas. Mirar a la Rosa con su cara de
estúpida alentando a la selección peruana cuando, ella, se está muriendo de
desamor. Aunque, claro, cada loco con su tema. Pero, Susana nuevamente vuelve
sobre el Ríchar y su cobardía de terminar por teléfono; peor aun cuando está
sentada en este viejo micro, con un tráfico para morirse y junto a una bebé que
berrea como una endemoniada. Llamarla para terminar en esas circunstancias ha
sido una doble crueldad.
Por un instante su vida le parece
como las vidas de los personajes de los cuentos que le ha dado Raquel de ese
tal Carver, vidas que son demasiadas irrelevantes como para estar escritas. En
otro momento piensa que tal vez solo es la imaginación de alguien que en sus
momentos de ocio la está imaginando para cumplir con esa bendita obsesión de
escribir vidas paralelas. Entonces cae en la cuenta de ese riesgo y decide
bajarse del bus antes de convertirse en un personaje de algún cuento. Intempestivamente se incorpora del asiento
y exclama: ¡Bajo en jábich! Recién, ese rostro que ha estado oculto detrás del
que sospechaba que lo escuchaba muestra con claridad su dimensión, baja del bus
y se pierde entre el gentío, el ruido y el humo.
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