miércoles, 8 de noviembre de 2017

¿HISTORIA DE AMOR?


Tú no eres tus personajes pero tus personajes si son tú  .- Raymond Carver.

Ríchar no me puedes hacer esto. Pausa.  Mira, ahorita me voy a tu trabajo y me lo dices en mi cara. Pausa. ¿O sea, tú te acuestas conmigo luego me llamas y así nomás me dices que terminamos? Pausa. Mira Ríchar yo no tengo mujeres como tú, mis amigas lo saben. Pausa larga.  No, ahorita mismo voy a tu trabajo y tienes que decirme que terminamos, me lo dices en mi cara. Pausa. ¿Tú sabes cómo me siento en este instante? Pausa. 
Susana intenta contener las lágrimas sentada en el último asiento del bus que la traslada. Ahora ni ella sabe adónde va.  Es joven, ligeramente abultada de carnes, envuelta en una chaqueta negra que disimula su incipiente robustez. Tiene la mirada desubicada de quienes han perdido el sentido y la razón de vivir. No entiende cómo un par de palabras pueden destruir una ilusión. Quiere bajarse del bus, pero, luego cae en la cuenta que el curso de su historia no cambiará por que se baje del bus. Mientras, una bebé a quien su madre intenta calmarla llora en el asiento del lado. Entonces piensa que la vida es así; todos tienen una razón para llorar, puede que la razón de la bebé sea más esencial que la de ella.
Ese ambiente gris de la gran urbe intensifica por momentos su pesadumbre, recuerda por instantes cada momento feliz que ha vivido por capítulos discontinuos con Ríchar. Cada gesto de ternura que le ha entregado, cada tarde robada a la vida para aislarse en ese cuartucho de hotel donde han retozado con pasión; para luego bajar al mundo real por esa estrecha escalera con la cabellera a medio secar que ondeaba ante el ligero aire y que tanto le gustaba a Ríchar; hace que la tarde en ese viejo bus sea más insoportable.
Mientras recuerda los pocos momentos felices que ha tenido al lado de quien ahora no es sino una evocación de frustración, el tráfico se detiene interminable y en la radio un sujeto cacarea sobre el semidiós   en que se ha convertido el bendito Paolo Guerrero. Piensa, ¿tanto rollo sobre un tema cuando uno está con un paso a la inmolación?. Hay un tipo en el asiento delantero que le da la impresión   que ha escuchado su conversación con Ríchar y ahora sospecha que anda siguiendo sus pensamientos. Tiene la tentación de reclamarle; pero, total que mierda.
Abre su teléfono, entra al Facebook. Está harta de los laiks por cada estupidez que publica la gente, como si el mundo fuera un nido de rosas perfumadas. Mirar a la Rosa con su cara de estúpida alentando a la selección peruana cuando, ella, se está muriendo de desamor. Aunque, claro, cada loco con su tema. Pero, Susana nuevamente vuelve sobre el Ríchar y su cobardía de terminar por teléfono; peor aun cuando está sentada en este viejo micro, con un tráfico para morirse y junto a una bebé que berrea como una endemoniada. Llamarla para terminar en esas circunstancias ha sido una doble crueldad.
Por un instante su vida le parece como las vidas de los personajes de los cuentos que le ha dado Raquel de ese tal Carver, vidas que son demasiadas irrelevantes como para estar escritas. En otro momento piensa que tal vez solo es la imaginación de alguien que en sus momentos de ocio la está imaginando para cumplir con esa bendita obsesión de escribir vidas paralelas. Entonces cae en la cuenta de ese riesgo y decide bajarse del bus antes de convertirse en un personaje de algún cuento.    Intempestivamente se incorpora del asiento y exclama: ¡Bajo en jábich! Recién, ese rostro que ha estado oculto detrás del que sospechaba que lo escuchaba muestra con claridad su dimensión, baja del bus y se pierde entre el gentío, el ruido y el humo.

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