domingo, 27 de febrero de 2011

CLOSE UP


El comentario de Marlo, que es dentista,  me ha inducido a recordar dos hechos relacionados con puentes, no de madera de esos que se hacen para pasar ríos, sino de aquellos que se hacen para masticar y pasar la comida. Y están relacionados a dos primos, cuyos nombres no voy a decir para evitar que la gente piense que son desmolados.
Un día, no diré ni cuándo ni dónde, en ausencia de un primo habíamos trasladado los enseres de un ambiente a otro para facilitar al pintor su trabajo de remozar las paredes y cuando retornó este primo del que hago referencia decía no encontrar una computadora, por lo que se encontraba sumamente impaciente. Así que lo acompañe para ayudarlo a ubicarla porque recordaba donde lo habíamos puesto entre los muchos cacharros que habíamos mudado de lugar. Un momento pensé como él, quien temía que tal vez el pintor habría birlado la tal computadora, porque no la encontrábamos. Entonces, en ese trajín estamos, cuando de improviso se agacha y recoge algo blancuzco y dice “Mama Ashuquita…”. Al inicio no distinguí bien pero luego cuando vi con más detenimiento, pudo distinguir un puente de dientes que se veía brillante y lustroso entre sus dedos agradecidos. Sucede que con el traslado de las cosas había sido trasladado su preciado puente.
                . . .
                Estábamos en una cantina tomando una asquerosa combinación de Inka Cola con alcohol - casi siento vergüenza cuando hablo de alcohol porque un amigo me ha dicho que casi todo lo que escribo es una especie de apología a la borrachera- cuando un primo, nuevamente no voy a decir quien, se derrumbó de manera inusitada sobre el piso de tierra y literalmente mordió el polvo de la derrota. Así que nuestra caridad, aunque etílica, salió a flote. Tendimos un raído pocho, que no proporcionó la cantinera, en el piso y lo rodamos sobre él para que estuviera más cómodo. En ese intento de rodar su pesada humanidad hubo como una pequeña explosión bucal y saltó un puente de filudos incisivos. Obviamente no lo devolvimos a la cavidad bucal al cual pertenecía porque había el peligro inminente de la mordida feroz.
                Al día siguiente habiéndonos guardado el puente; fuimos a visitar al primo, al cual habíamos llevado el día anterior con esfuerzo a su casa, para ver como se vería sin dientes. Empujamos la puerta mal trancada, entramos a su dormitorio, lo despertamos para verlo sin dientes y vaya sorpresa el muy pendejo tenía la dentición completa. La lección fue: si hay repuestos de llantas por qué  no puede haber repuesto para puentes.

1 comentario:

  1. Esto me hace recordar un comentario del padre Hugo en una de las misas de domingo, "dijo yo me doy cuenta de que en chacas hay muchos pobres porque a la mayorìa de la gente que recibe la ostia le faltan dientes o los tienen en mal estado

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