sábado, 2 de noviembre de 2013

NOS ESTAMOS QUEDANDO SOLOS

El tio Alejadro Bazan Pittman.


“Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa
 queda disminuida, como si fuera un promontorio, 
o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.”  
John Donne
Una noticia aciaga nos sorprendió en el cementerio, mientras conmemorábamos un año del fallecimiento de doña Vitalia Luna, la muerte del tío Alicho (Bazán). Inescrutable configuración de circunstancias que el destino se afana a veces en brindarnos.
Una palabra es -a veces- suficiente para definir a un hombre y en el caso del tío Alicho qué duda cabe que él término que lo define es “acomedido”* en toda la  extensión su significado. Siempre  lo recordaré como el gordito bonachón envuelto en un poncho habano que recorría cada grupo que se formaba en torno a la plaza y en el que encajaba mejor era entre los jóvenes  sin duda por su espíritu juguetón. Su hablar atropellado, su correa para la broma, su acuciosidad para el festejo y la colaboración eran un rastro indisoluble de su humanidad.
                Como olvidar sus monsergas, en su calidad de director de la escuela, cuando alumnos allá en la escuela junto a la iglesia, en la que cada mañana nos instaba a todos a bañarnos en las aguas “calentitas de Hurahuanca”, que “un pantalón parchado pero limpio es más digno que un traje sin parches pero sucio”. Como olvidar su bonhomía y complicidad con sus pupilos, que tenía por legiones, para ponerles el mote preciso.
                La imagen más nítida que fluye de mi memoria cada vez que escucho al Conjunto Musical Ancashino Atusparia  es aquella en la el tío Alicho, con su pañuelo blanco flameando y con una mano sobre la espalda, disfrutaba del huayno “Huarcinita” con su característico siseo y sonrisa a flor de piel, frente al imperturbable escrutinio de rostro ceñudo de sus tres hijos rubios que miraban desde el cuadro que colgada en la pared de la sala.  
                Como olvidar que, quien sabe por él llegue a aprender a disfrutar de la lectura, pues cada vez que compraba un  comic para sus hijos (mis primos) los leía también yo, convirtiéndome un lector pirata. Como olvidar de su biblioteca en la que estaban colocados en fila los seis tomos impolutos de las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma que me las fui devorando poquito a poco gracias a que me los fue prestando uno a uno.
                Jhon Donne decía: “Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. Por ello cuando muere alguien muere una parte de nosotros. Por esa parte de nosotros que vivía en él es que ya no será posible la chacota entre el tío Alicho y ese otro gordo entrañable, Uruchi, en ninguna tarde de invierno. Pero el hombre no muere del todo y más aún cuando es bueno, pues su bondad se extiende más allá de la vida.
                Finalmente como un homenaje al tío ausente, a quien le gustaba tanto bromear, os contaré una anécdota del día de los muertos.
Sucede que un día como hoy, “día de los muertos”, Meche preparaba una serie de delicias y bocadillos recordando a su madre doña Virginia fallecida hace algunos años. En realidad se había preparado desde el día anterior amasando los panes, cortando el repollo y fileteando el tocino pensado homenajear el recuerdo de su madre a quien la parca se la había arrebatado.
Mientras su esposo, Jishu, a quien la suegra en vida había rebautizado con el grotesco mote de “Hornupa santun”** bebía unas cervezas con sus amigos en los arrabales del pueblo. La tarde avanzaba y el debate sobre la política local y las trapacerías del alcalde  se tornaba por momentos candente. Llegó un momentos en que Jishu vio el momento oportuno para escabullirse con el truco del baño. Con su caminar sinuoso que evidenciaba que había bebido más de la cuenta bajó por sobre el empedrado descuidado que terminaba en unos profundos charcos frente a su casa, y llegó a su hogar e inmediatamente se sorprendió al ver la luz encendida del comedor, pues la noche estaba muy avanzada. Y más sorpresa aun le causó que Meche, quien sabía que cuando no llegaba a casa temprano estaba bebiendo, nunca le dejaba siquiera una sopa fría, ahora le había dejado sobre la mesa un buen plato de puchero con buen trozo de tocino y unos deliciosos panes alrededor. Sin perder tiempo le metió diente a tan exquisito majar que lo reanimó. Cuando de pronto de entre la cocina apareció Meche con un tazón conteniendo un dulce de duraznos entre las manos y en el rostro una furia contenida.  Jishu, que percibió la furia, pensó que era por su embriaguez; sin embargo, no cabía en su razonamiento tantas atenciones como el dulce de durazno. Solo cuando Meche pudo hacer estallar su furia para decir: “Oye so cojudo, te estas comiendo el “Tatzikuy”*** para mi mamá”, se dio cuenta que se había devorado el “puchero” de su suegra.

* Servicial, oficioso, obsequioso.
** En Chacas como en muchos lugares de la serranía hay la costumbre supersticiosa de hacer esculpir un rústico rostro sobre la puerta del horno, y se supone que es el rostro de quien uno odia o ama, es ese rostro al que denomina “Hornupa santun”.

*** “Tatzikuy”, merienda que se ofrece a los muertos en la noche del día  de los muertos (Primero de noviembre).

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