CANNABIS SATIVA.
Para mi entrañable
amigo, Coñi Aguire; con el único afán de seguir cagandonos de risa.
Una tarde cuando el sol se ocultaba
entre los empinados cerros cubiertos de nieve, el “Che” acababa de lanzar las
ultimas bocanadas de humo de su pitillo de mariguana. En esas circunstancias,
abruptamente, su embelesamiento de pavesas de humo fue interrumpido por unos golpes en la puerta
de entrada de la primera planta de la casa. Con el cabello enmarañado y la barba larga traspuso su cabeza por el hueco de la ventana y vio al flaco Waldo. Waldo levantó la vista y las miradas se
encontraron traduciéndose en una señal de visita. “Habla huevón”, dijo el
“Che”; “Acá pues vengo a hacer
hora” dijo Waldo. “En un toque bajo” replicó el “Che” y bajó a abrir le la puerta a su
entrañable amigo.
Se sentaron en los muebles dispuestos
en la sala y se pusieron a charlar
durante largo rato de cómo les iba en la universidad, de bonsáis, de minerales, y no cayeron en la cuenta que aun cuando la
charla estaba aburrida había pasado ya un buen tiempo; hasta que el “Che”
propuso llamar a Lewis, Reynaldo y otros amigos para hacer más llevadera la
tarde. La tecnología y las ganas de reencontrase entre paisanos en una ciudad
foránea hacían esa maravilla de reunir a los amigos. Dentro de poco, mientras
la charla empezaba a desfallecer, empezaron a aparecer los amigos. Primero
llego Aldo flamante ingeniero, con una bolsa de supermercado donde tintineaban
unas botellas de algún licor que hizo a más de uno evocar algún recuerdo
vomitivo. Dejando la bolsa en el piso de la sala dio a cada uno un esforzado
abrazo para restañar la distancia y el tiempo, luego se dio a recorrer la sala
viendo las fotos en blanco y negro pegadas en las paredes cubiertas de yeso de
la sala.
La algarabía del encuentro se tradujo
en copas de ron con Cocacola que iban y venían trazando rutas geométricas de
ángulos agudos entre la boca y la mano
mientras recordaban vivencias de la
secundaria y los maestros que habían jodido durante la época de escolar. El “Che”
se emocionó tanto que no pudo contener su emoción sino sacando un paquete de
“yerba” de una vieja cajuela de metal que
un día envasaba algún confite. Arrancó una hoja
del Deuteronomio de una vieja Biblia que tenía a su alcance y con una porción de mariguana de su paquete
empezó a enrollar un cigarrillo que lo
coronó con una línea de saliva con la punta de la lengua sobre el papel para
sellarlo; y finalmente para destacar lo
recordado dijo: “¡Qué loco huevón!”.
El pitillo fue transitando como una
herida inestable de la tenue penumbra, preparada intencionalmente para emular
un ambiente mágico, sostenido a ratos
entre los dedos y los labios de los
concurrentes. Mientras el “Che” iba instruyendo como retener el humo sagrado de
la yerba para que hiciera efecto en las mentes vírgenes de los novicios. Luego
de unos momentos algunos cantaban en inglés “Yesterday” de los Beatles, otros
quedaron con los ojos mirando al infinito, otros se tiraron al piso emulando a
Cristo en Getsemaní y oraban ardientemente, mientras “El Poeta” Joshua recitaba
cinco metros de versos endecasílabos. Solo Ronaldiño entró en trance casi
diabólico que se iba incrementando conforme pasaban los minutos. Botaba babas,
se contorsionaba como un poseído mientras el “Che” trataba de calmarlo
diciendo: “Vamo a calmarno, Diño”.
El trance de endemoniamiento en que
entró Ronaldiño extrajo a todos de su propio trance y los preocupó porque no
había quien y ni nada que pudiera calmarlo. Entonces el “Che”
en su desesperación dijo: “Pónganle la Biblia en el pecho y recemos
carajo”. Entonces el poseso del humo empezó a hablar idiomas desconocidos, a hablar
en reversa y botar babas verdes que asustó aún más a los contertulios. En eso
entró a la sala, con cierto apuro, la hermana del “Che” y viendo al poseso en
ese trance expresó: “Ronaldiño pórtate bien carajo”; y entonces el
energúmeno como si hubiera oído a la Virgen María se calmó en el acto;
sin embargo, apenas la joven se retiró luego de sacar algo de su dormitorio,
nuevamente empezaron las contracciones, las babas y los idiomas desconocidos.
Luego de muchas oraciones, agua
ligeramente bendita sobre el poseso y unas biblias más sobre el pecho; los vómitos calmaron.
El poseso pudo ser exorcizado mientras los concurrentes iban saliendo del
sahumerio; así, el gringo Lewis cogido del brazo por “El Poeta” bajaba los
peldaños diciendo “¡Que bestia, que altura carajo!” sobredimensionando en su
ensueño los peldaños de la escalera.
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